viernes, 21 de noviembre de 2008

Krónicas Philemonianas. I

Combate DBMM200 librado en el Club Tessen el día 15 de Nov.

Prefacio
En esta ocasión dos aprendices del Tessen de Gavá nos atrevimos por fin a librar una batalla sin la tutela y ayuda de nuestro maestro David.
Sumando que Rubén (alias Hida-Hattori) está en plena construcción de su ejército 53.Ancient British (Libro II) y el reglamento aún no lo tenemos por la mano, decidimos hacer una batalla de 200 puntos, aunque sin seguir las especificaciones del reglamento oficial; simplemente dejamos el ancho de la mesa en 1,2 metros (2400 pasos) y organizamos la lista como cada uno le pareció conveniente.
Me gustó hacerlo así más que organizar un ejército en miniatura, creo que se parece más a una batalla a 400, simulando el combate entre cuerpos de batalla de ejércitos mayores. Además sirve como base de experimentos de formaciones y tácticas.

Pensábamos que acabaríamos la batalla con cierta rapidez. Ilusos…

Por cierto, estrenamos los terrenos planos a base de fotografías aéreas que ha estado fabricando Rubén.

Los britanos desembocaron en el llano con una masa de Wb y Ps y una columna de caballería ligera. Ambas dirigidas por generales montados en carro. Uno de ellos la mismísima reina Boadicea.

Macedonia se presentó con un ejército lento, basado en 3 elefantes, apoyados por los Auxiliares tracios superiores y los Ps agrianos también superiores. Esta era la agrupación destinada a intentar vencer la masa de Wb. Además decidí probar a completar el ejército con infantería pesada, hoplitas mercenarios y piqueros con sólo dos unidades de compañeros Kn(F) en cuña. Uno de ellos SGen.
Consideré incrementar la capacidad de maniobra del cuerpo principal de batalla, dividiéndolo en dos cuerpos y añadiendo a cada uno parte de la infantería pesada y los caballeros. De esta forma la línea principal podría disfrutar de los Pips de dos generales. La idea era combatir en un espacio reducido para facilitar el mando y usar picas y lanzas para cubrir los flancos de la caballería enemiga.
Era una idea y otro día será otra. Es la gracia del juego, no hay dos batallas iguales.

Pero sigamos la narración de la batalla gracias a la crónica de primera mano que nos ha dejado el portaestandarte Philemon, que acompañaba aquella jornada al valeroso general Condosco, comandante del ala izquierda macedónica.
Al final está la serie de imágenes que ilustran la acción.


La Crónica del portaestandarte Philemon.

Una vez más íbamos a pelear con verdaderos salvajes, si un día son escotos otro día son icenos, pero todos se pintarrajean igual de azul.
Y para variar la posición era una porquería, a la derecha se levantaban las montañas y no habría problema, pero la izquierda… la izquierda era un colador.
Apenas teníamos caballería, una brigada de compañeros y nuestra unidad de la guardia del general. El resto eran pies planos cargados de bronce hasta las muelas.
¿Dónde se había visto semejante despropósito? Pero es lo que había. El frente lo ocupaban los apestosos elefantes y una panda de tracios y agrianos, eso sí, valientes como pocos. Les iba a tocar bailar con la más fea. Detrás, como reserva, más pies planos y el comandante en jefe, Nicanor.

Con la salida del sol ya estábamos en línea, esperando el té.
Los iceni venían cargaditos, pero de otra cosa.
Una nube de caballería ligera empezó a corretear frente a nuestra maldita izquierda, pero repentinamente una columna se lanzó a galope hacia el centro, sin duda para atacar a los elefantes.
Con perfecta disciplina nuestros ligeros avanzaron por delante de los elefantes y cubrieron todo el frente, ante tan sabia maniobra, la caballería icena dio media vuelta y si te he visto no me acuerdo.
En fin, vuelta a empezar con organizar la línea otra vez.
Entre tanto los caballitos icenos comenzaron con un “interesantímo” juego de idas y venidas a lo largo de la j… izquierda que duró toda la fiesta y que sólo logró que a nuestros chicos les saliesen ampollas hasta en el ombligo. No fue hasta el final que se decidieron a probar la punta de nuestras lanzas.

Por fin se produjo el encontronazo entre sus guerreros y nuestra línea. La batalla fue sangrienta de buen inicio y pronto los elefantes comenzaron a aplastar azulones.
Pero también vimos como un par de unidades de agrianos se retiraban agotadas y sangrando. Mala señal, nuestra línea era muy delgada y no nos podíamos permitir bajas tan rápidamente. Los piqueros de la reserva central se movían también hacia la izquierda porque, al avanzar nuestra línea, el agujero de la maldita izquierda era cada vez más grande.

El general Condosco estaba que se subía por la paredes, nuestra posición, ligeramente retrasada, estaba en el extremo izquierdo de la línea y teníamos fila siete para ver la escabechina pero con la mosca en la oreja, pendientes de ver los paseíllos de los jinetes enemigos.

Unos cuantos guerreros icenos estaban justo a nuestro frente y podían envolver el extremo de la línea de infantería, Condosco ordenó a la brigada de compañeros lanzarse sobre aquellos guerreros. También podíamos ver a través de la polvareda un grupo de carros de batalla, sin duda un general enemigo.
En aquel instante oímos un horrendo barrito que presagiaba el desastre. El elefante más cercano estaba de pie sobre sus patas traseras y sangrando por mil heridas. Era el último de su grupo. Ya teníamos una brecha y la pérdida de los agrianos nos dejaba sin recursos para cerrarla.

Condosco no pudo aguantarse más y en cuanto vio que los jinetes volvían a darse la vuelta alejándose, nos ordenó cargar derechitos hacia los carros enemigos, ¡íbamos más solos que la una por Zeus!

El peso de la carga falló y quedamos enzarzados en combate, un torbellino de galopadas y carreras de carros, lanzazos, polvo y sangre.

Perdí de vista el resto de la batalla ocupado como estaba salvando mi estandarte de los feroces icenos. Mi general me ordenó retrasarme para hacer señales y pedir apoyo a los piqueros que avanzaban tras de nosotros. Cuando por fin llegaron, pudieron flanquear al enemigo y lanzamos otra arremetida desesperada pero inexplicablemente el enemigo resistió. Nuestros caballos resoplaban por los ollares, entonces oímos un grito de victoria… pero no era en griego.
Nuestra brigada de compañeros estaba destruida, los supervivientes huían al galope y más allá, la polvareda indicaba que el enemigo ya estaba avanzando muy a nuestra retaguardia, aún así, más allá de sus columnas, alcancé a ver como el resto de nuestros elefantes todavía combatían, cada vez más solos.

La situación era desesperada, un grupo de enemigos se aproximaba a nuestra retaguardia. Sólo nos quedaba lanzar una última carga, nuestras picas acosaban al enemigo y aún podíamos derrotar a su general. Agité el estandarte argeada y me lancé tras mi general. Condosco atacó directamente el carro de mando enemigo y lanceó a un tripulante, pero no pudo esquivar el ataque del mismísimo general iceno. Cayó del caballo pesadamente y las ruedas del carro aplastaron su cadáver.
No hizo falta más. ¡Tebano el último!
Dimos media vuelta sólo para ser atrapados por los guerreros que nos rodeaban, logré salir de aquella matanza a uña de caballo.
La llanura estaba atestada de grupos de los nuestros mezclados con masas enemigas que avanzaban sin control, ya cerca de nuestro campamento atrapé a mi colega Maimón, el portaestandarte del general Nicanor, que corría desesperado, lo subí a la grupa y entre las sombras del atardecer escapamos furtivamente.







Las flechas de abajo, debían ser azules. Pardiez!





















La última carga de Condosco.
La caída de la noche.
Extraído del libro de las "Kronikas Philemonianas" Las aventuras y desventuras del Portaestandarte Philemon de Pella.

7 comentarios:

Xavier Martí i Picó dijo...

Con que los azulones, eh... jeje

Bien, si no lo tengo mal entendido, nos pintabamos de azul con hierba pastel porqué, además de parecer más fieros (o pitufos), tiene propiedades cicatrizantes. O sea, tenía su lógica, no eramos tan bárbaros como parecía.

Por cierto, ¿qué le hiciste a mamá pitufo? ;OP

Erwin dijo...

Mama Pitufina se largó de rositas sin la fortuna de probar una buena pica macedónica...

todo se andará.

David Cantó dijo...

Una nueva gran crónica, sí señor. Me ha gustado eso de los pies planos... :D

Rubén (Hida-Hattori) dijo...

La verdad es que no llegó a hacer nada a "¿mamá pitufina?" panda de....., mis valerosos guerreros consiguieron no solo mantener a ralla a Macedonia pese a traer a sus monstruos a los que abatimos en su mayoría (2 de 3), conseguimos hacer huir a gran parte del ejército.

Una Nueva victoria para los Iceni

Anónimo dijo...

Buen combate, aunque por lo que veo en las fotos Macedonia murió en su puesto sin retirarse.
Poca caballería para cubrir esa izquierda.

Erwin dijo...

Si si, murieron en su puesto, una derrota sin paliativos.

Ahora tengo que "fichar" a otro general. jeje

Anónimo dijo...

si si, sin huir, jajaj, bueno de ilusiones tambien se vive, jajaja, no corrieron¡¡¡ los pobres diablos.